La superestrella española de las sales y el almacenamiento

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La superestrella española de las sales y el almacenamiento

¡La unión perfecta!. Kyoto Group ha abierto recientemente su oficina en España, y Andrés Barros Borrero, uno de los mejores ingenieros del mundo, va a estar a su cargo.

A sus ocho años, Andrés Barros Borrero (44) ya mostraba una gran curiosidad por la naturaleza y la vida de los saltamontes y las mariquitas que se prodigaban por el inmenso jardín familiar. Este ingeniero industrial, natural del caluroso entorno rural andaluz, sintió siempre la imperiosa necesidad de probar cosas nuevas. Solo por ver qué ocurría, esperando ver si  algo fantástico aguardaba al otro lado.

De esta forma, siendo Andrés ya adulto y con un cargo recién estrenado en la planta solar de Abengoa, hizo explotar un microondas en la cocina de la empresa por experimentar con un tipo de sal especial, lo que probablemente muchos considerarían un «estúpido error» también podría acabar siendo un «incidente con final feliz». Y así fue. De hecho, hoy en día Andrés está considerado como uno de los ingenieros con mayor experiencia en tecnología de sales fundidas y un auténtico pionero en el almacenamiento de energía térmica.

—Al igual que ocurre con casi todo en la vida, los inventos surgen a partir de errores y a veces es necesario romper una cosa para conseguir que otra funcione—, afirma Andrés.

 

«Se me da bien crear cosas desde cero»

El talento para romper cosas, una incansable mente de inventor y una visión cristalina sobre la viabilidad de las ideas le han conducido hasta Kyoto Group, una compañía noruega emergente en expansión especializada en la fabricación de baterías para el almacenamiento de energía renovable.

—Se me da bien crear cosas desde cero. Me siento muy cómodo cuando puedo desarrollar nuevos inventos—, asegura Borrero, cuya start-up ubicada en Sevilla y recientemente adquirida por Kyoto ha pasado a llamarse Kyoto Technology Spain.

Además, Andrés acaba de estrenar cargo: director de Tecnología Global en Kyoto, es una unión perfecta. Más adelante profundizaremos en este asunto.

«Al igual que ocurre con casi todo en la vida, los inventos surgen a partir de errores y a veces es necesario romper una cosa para conseguir que otra funcione.»

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Andrés dio el primer paso y, ahora, nadie le pierde la pista

Andrés Barros Borrero llega resplandeciente a recogernos en su nuevo y flamante Tesla rojo. Salimos de la encantadora ciudad montañosa de Granada, situada en el sur de España a unas horas de distancia en coche de su Sevilla natal.

—Hoy os llevaré al lugar en el que nuestro sistema de almacenamiento de sales fundidas vio por primera vez la luz del sol allá por 2011—, nos cuenta Andrés antes de incorporarse a la autopista flanqueada por verdes almendros que aparecen aquí y allá.

Nos dirigimos hacia el este para llegar a Andasol 3, una de las primeras plantas de tecnología  CSP (Concentrated Solar Power) y de almacenamiento térmico. Allí, un grupo de ingenieros españoles supervisa y utiliza, aún hoy en día, la versión pionera de los tanques de sales fundidas para almacenar la energía del sol español, incluso cuando es de noche.

—Conozco a varias de las personas que trabajan aquí, ya que no éramos más que un pequeño grupo de jóvenes ingenieros que consiguieron desarrollar este sistema desde cero antes de que pasara a comercializarse—, relata Andrés con una gran sonrisa.

 

Un exceso de luz solar en España

A nuestra llegada nos topamos con un zorro en busca de refugio, pájaros que cantan y a David, amigo de Andrés y nuestro particular guía para esta tarde, que nos saluda junto a un océano plateado.

—¡Hoy estamos solo nosotros, así que aparcad donde queráis!

—¿Verdad que es hermoso?—, pregunta Andrés al bajarse de su coche eléctrico.

Desde luego, nada tiene que ver con el paisaje gris lleno de chimeneas y niebla que uno se imagina al escuchar las palabras «central» y «energía». El océano plateado antes mencionado está formado por lo que parecieran ser cientos de olas congeladas en el tiempo justo antes de romper.

Estas son, en realidad, inmensos espejos curvos que reflejan y concentran los rayos del sol. En días en los que hay un exceso de luz solar, cosa que ocurre a menudo en Andalucía, los tanques de sal líquida se calientan hasta la temperatura necesaria para que su energía térmica produzca vapor, lo cual genera electricidad incluso por las noches, como si de una pila recargable se tratase.

—Fue, y aún es, un hito revolucionario. Tanto a David como a mí nos alegra enormemente que el mundo se interese al fin por este invento. Si bien es cierto que el «almacenamiento con sales» está basado en conceptos de ciencia espacial desarrollados por la NASA, nosotros hemos contribuido a crear algo verdaderamente reseñable. De hecho, somos excelentes en lo que hacemos—, asegura Borrero mientras levanta las cejas con un semblante más serio esta vez.

David sonríe y asiente antes de darse un apretón de manos con su amigo.

—¡Eso es verdad! Por cierto, enhorabuena por tu nuevo trabajo. En Noruega son afortunados de tenerte.

Una hora de charla sobre energía solar le bastó para dejar su trabajo

Déjate guiar por tu instinto siempre. Hace casi 20 años, en 2005, Andrés era un joven que trabajaba en el sector inmobiliario y de la construcción en Sevilla. Estaba casado, esperaba su primer hijo y no tenía ni la más remota idea sobre lo que era la energía solar. Sin embargo, la curiosidad le invadió tras recibir la llamada de Cristina Prieto, una ingeniera con gran visión de futuro con la que había hecho buenas migas durante sus pasantías de verano en la central petrolífera donde trabajaba su padre.

Ese fue, posiblemente, uno de los momentos en los que dijo «a por ello».

Cristina había empezado a trabajar como directora general de la empresa española de energía solar Abengoa y buscaba gente con una visión del mundo vanguardista y sin miedo al cambio.

—Al principio, pensé: «¿Sol? ¿Crear energía? ¿De qué va todo esto?» No obstante, bastó una taza de café en un día tremendo y raramente lluvioso para que consiguiera «activar mi cerebro» con su discurso sobre el futuro de la energía en un momento en el que nadie en España conocía el potencial de la energía renovable, y mucho menos cómo almacenarla. Me convenció en cuestión de una hora a pesar de tener sólo 27 años y estar a punto de ser padre por primera vez—nos cuenta Andrés mientras pasea entre los espejos plateados.

—Mi propio padre pensó que estaba loco —recuerda riendo—  porque dejé mi trabajo en ese mismo momento para adentrarme de lleno en este nuevo mundo en el que creía firmemente.

«¿Sol? ¿Crear energía? ¿De qué va todo esto?»

Una explosión de un microonda, el germen de una idea

Definitivamente, fue un momento de «a por ello», y nunca se arrepintió. Lo que sí que hizo fue volar por los aires el microondas de Prieto.

—Jajaja, ¡sí! Empecé a trabajar en Abengoa y un día llevé un trozo de sal fundida de la planta solar a la cocina de las oficinas. Lo metí al microondas para ver qué pasaba y explotó porque la sal se calentó demasiado.

Tras un poco de limpieza y una pequeña reprimenda por parte de la jefa, el inventor acabó por convertirse en una de las primeras personas de Europa en desarrollar una nueva tecnología de almacenamiento de la energía procedente del sol.

—Aún me pregunto cómo se puede hacer para calentar sal en un microondas o un horno de inducción—, explica sonriendo este ingeniero que nunca deja de pensar en el futuro.

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El país que más energía produce en el mundo

Sin embargo, hoy nos encontramos en una de las primeras centrales CSP de España, que sirvió de modelo para el resto. Todo un entramado de conductos que se asemejan a una obra de arte y transportan sales fundidas, agua caliente y humedad de un tanque de impresionantes dimensiones a otro para producir energía incluso cuando no brilla el sol.

—Debido a la gran cantidad de luz solar que hay en España, la energía que se puede generar es infinita. De hecho, somos el país que más energía solar produce en el mundo—, relata Borrero mientras se detiene a interiorizar la imponente imagen de los tanques cilíndricos llenos de sal que tan bien conoce.

—Pero en Andalucía también se pone el sol, ¿no?

—Exacto, y nadie puede aún usar la energía solar por la noche, a menos que se almacene. Esto es algo en lo que llevo pensando desde aquel café que tomé años atrás en un día lluvioso.

 

El almuerzo que lo cambió todo

Unos años después de dirigir una planta de inmensas dimensiones en Arizona (EE. UU.), Andrés fundó su propia consultora de ingeniería (RPOW) en España, allá por 2018. Esta empresa creció y se expandió rápidamente para dar lugar a varias start-ups de menor tamaño. Tras su creación viajó a una conferencia sobre CSP en Madrid, donde almorzó junto a un desconocido procedente de Noruega. La conversación que allí se llevó a cabo sentó las bases para lo que se convertiría en el próximo paso de su carrera profesional: convertirse en director de Tecnología Global de Kyoto. Y es que resulta que ese desconocido era nada menos que Jon Bøhmer, fundador de Kyoto.

—¡Otro incidente con final feliz!

Ambos congeniaron a la perfección, lo cual resulta obvio teniendo en cuenta que uno de ellos fue el primero en desarrollar el almacenamiento de energía con sales en plantas solares y el otro fue el primero que trabajó con ese invento para desarrollar las actuales baterías portátiles, aptas para utilizar en cualquier industria.

Kyoto adquirió esta primavera Mercury Energy, una de las start-ups y empresas de RPOW, la cual ha pasado a denominarse Kyoto Technology Spain y cuya dirección correrá a cargo de Andrés.

«Nadie puede aún usar la energía solar por la noche, a menos que se almacene.»

El elevado precio del gas y las altas temperaturas dan lugar a la tormenta (solar) perfecta

Andrés sigue avanzando, como siempre ha hecho.

—Me gusta inventar y desarrollar cosas, y mi misión es ayudar a que Kyoto se convierta en líder del sector gracias al Heatcube. No estamos hablando de castillos en el aire. Esta batería es algo real. Hace algunos años a la gente le generaba principalmente curiosidad, pero ahora no dejo de recibir llamadas de todas partes del mundo. De hecho, ayer me llamaron desde Chile.

—¿Quién?

—Propietarios de fábricas que necesitan energía. Personas que están divisando problemas en el horizonte y que están sometidas a la presión económica causada por el aumento de los precios de los combustibles fósiles, etc. La gente se ha puesto a buscar seriamente alguna opción fiable—, explica.

—¿Y qué opción es esa?

—¡El Heatcube de Kyoto!

«Mi misión es ayudar a que Kyoto se convierta en líder del sector gracias al Heatcube.»

—¿Para quién está pensada concretamente el Heatcube?

—Para cualquier sector que emplee calor en sus procesos de producción. En decir, para prácticamente todo el mundo. Podría ser útil para cualquier empresa como, por ejemplo, una fábrica de galletas, la cual necesita calor, o más bien vapor, para llevar a cabo las elaboraciones. Otro ejemplo más local sería el aceite de oliva, aquí también se necesita de calor para extraer el aceite del fruto, el tostado de los granos de café o el hervido del atún para enlatar en latas, por cierto, elaboradas con acero español y moldeadas también por calor. No obstante, una gran parte de la energía actual procede del gas que, además de no ser la opción más respetuosa con el medio ambiente, se está poniendo…

—…¿Muy caro?

—¡Eso es! Los precios del gas y el petróleo se encuentran ahora mismo en máximos históricos, al igual que las temperaturas de todo el planeta. Por tanto, es el momento perfecto para dar el cambio a una energía verde.

—¿Y cómo puede llevarse a cabo?

—Al final, todo tiene que ver con la economía. Si la energía renovable se vuelve más asequible, no habrá barreras. No obstante, creo que antes o después todos acabaremos por entender que es la única opción viable. Mi misión es ayudar a que lo consigamos.

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